martes, 31 de mayo de 2022

El aumento de las misiones espaciales tendrá un objetivo: la Luna

26 mayo, 2022 Martín Morala Andrés

Objetivo, la luna. Parte 1

En los últimos y sobre todo en los próximos años, hemos visto y veremos un aumento en el número de misiones a la Luna como no se ha visto desde la década de los 60.

Las misiones están compuestas por aterrizadores, rovers y orbitadores. Están diseñadas en todo el mundo, desde Estados Unidos hasta China pasando por Europa, India o Corea del Sur.

¿Por qué ahora?

Es ilógico hablar de algo sin explicar el porqué de ello. En este caso es fácil, el principal es apoyar las misiones tripuladas que se llevarán a cabo en los próximos años. Sin embargo, existe un componente añadido diferenciador con respecto a los 60 en el cual era este el único motivo. La reducción de costes de lanzamiento y la democratización de la tecnología espacial ha permitido el acceso de actores cada vez más sorprendentes como India, Emiratos Árabes Unidos e incluso Corea del Sur.

Imágenes de la ranger 9 mientras se aproximaba a su fatal encuentro con la luna, imágenes de esta sonda y otras de su misma serie permitieron los alunizajes del programa Apollo encontrando lugares donde fuera posible esta maniobra, lejos de cráteres y rocas grandes que provocaran un desastre. Además, su sacrificio aporto innumerables datos sobre el comportamiento del regolito lunar ante impactos, conocimiento que aún hoy provoca verdaderos quebraderos de cabeza.

El programa Artemisa de la NASA es el que está más avanzado de los tripulados, con el cohete SLS construido y pasando las pruebas finales en su lugar de lanzamiento con vistas a un primer vuelo de prueba y por tanto sin astronautas, en algún momento del verano. No es posible dar una fecha más exacta debido a los problemas que ha experimentado en estas pruebas, aunque se manejan como probables mediados o finales de agosto.

El programa Artemisa únicamente compone la estructura para llevar humanos desde la plataforma de lanzamiento LC-39B hasta la superficie lunar, sin desmerecer esta titánica tarea, hace falta más para aterrizar en nuestro satélite.

Ese mucho más alrededor de este componente tripulado, en los 60 consistió en tres series de sondas. Cada una con la mejor tecnología de la que disponían en el momento y con mejoras sucesivas, aprendiendo de los fallos allanaron el camino para el aterrizaje del Apollo 11. Pese a los esfuerzos Neil Armstrong y Buzz Aldrin no lo tuvieron fácil para llevar el módulo Eagle hasta la superficie en aquella histórica misión.

Los principios de la fiebre lunar

Sus orígenes se remontan a la primera década de este siglo. Cuando la NASA se aventuraba en el programa Constellation empezaron las operaciones para facilitar este regreso con un total de cinco misiones entre el 2005 y el 2015. Muchas de las cuales han sido clave en el profundo conocimiento que tenemos en la actualidad. La Lunar Reconnaissance Orbiter, que lleva en órbita lunar desde junio de 2009 ha levantado mapas topográficos con una resolución de menos de 100 metros por píxel. Estos mapas cubren la totalidad de la superficie gracias al altímetro láser y a una de las cámaras que porta la misión.

Quizá la historia divertida de esta misión es como en octubre de 2021. Esta sonda y la India Chandrayaan 2 tuvieron que realizar una maniobra de corrección orbital para evitar una aproximación peligrosa (no necesariamente una colisión, pero nadie quiere dejar al azar nada con cientos de millones de dólares en material científico). Estas maniobras son habituales en órbita terrestre pero era la primera vez que sucedía en órbita lunar.

También, es curioso como esta nave es capaz de hallar restos de naves fracasadas en la Luna, cosa que ha logrado con el lander Vikram indio y con el Beresheet israelí.

En estas 2 imágenes vemos los restos del lander Vikram, parte de la misión Chandrayaan 2 del ISRO. Pese a que el mapa topográfico del LRO tenga una resolución tan pobre, estas imágenes obtenidas por la cámara LROC tienen una resolución de menos de 1 metro por píxel.


Pero la LRO no viajaba sola, en el mismo lanzamiento que ella voló como carga secundaria la LCROSS. Este satélite, más sencillo que su compañera de vuelo estaba diseñada para encontrar hielo, agua y las proporciones de estos en la superficie lunar. Para tal tarea, observó el impacto de la etapa Centaur de su lanzador contra la superficie selenita que levantó grandes cantidades de material que fue estudiado desde la distancia, para luego minutos después tener el mismo destino que la desgraciada Centaur. Esta nube de escombros fue a su vez examinada por la LRO.

Pero no solo la NASA ha puesto su mirada en tiempos recientes en La Luna, Japón visitó este cuerpo entre 2007 y 2009 con su misión Selene. Este orbitador se trata de una de las misiones de menor perfil de la JAXA teniendo en cuenta sus espectaculares misiones Hayabusa, de recogida de muestras de un asteroide distinto cada una. O su futura misión Martian Moons eXploration (MMX) a la luna Phobos de Marte, que también incluirá la recogida de muestras para traerlas de vuelta a La Tierra. Sin embargo, ha ayudado a arrojar luz a uno de los grandes problemas que no saltan a la vista cuando se habla de La Luna y es la inestabilidad de sus órbitas debido a las diferencias gravitatorias entre las distintas regiones.

Es tal el problema que comprobar la estabilidad de la órbita de la futura estación espacial Gateway es una de las principales funciones de la misión CAPSTONE de la NASA. Y otra misión de esta llamada GRAIL lo investigó también en su momento.

No se puede hablar de sondas a la Luna y olvidarnos del programa Chang’e. Pese a que este requiere de un artículo en exclusivo para él, resumamos. Este programa chino busca aumentar nuestro conocimiento en general de todas las regiones de la Luna, especialmente de aquellas menos conocidas.

Para ello existen tres tipos de misiones Chang’e: orbitadores, aterrizadores y sondas de retorno de muestras.

Hasta el momento se han producido 5 misiones Chang’e, todas con éxitos rotundos.

La primera fase del programa se trató de dos misiones, Chang’e 1 y 2 compuestas cada una por un orbitador, con la primera siendo lanzada en 2007 y la segunda en 2010. Esta segunda misión una vez se dio por concluida su misión principal ha estado realizando una misión ampliada en el punto de Lagrange 2 del sistema Tierra-Sol. En esta se ha estado poniendo a prueba las capacidades de comunicación TT&C (Telemetría, Rastreo y Mando) y además se realizó el sobrevuelo de un asteroide.

Las chang’e 3 y 4 son sondas de aterrizaje.

La 3 es mucho menos conocida que la 4 y esto es debido a que la chang’e 4 se trata de la primera nave que se ha posado nunca en la cara oculta de la Luna.

Además, estas misiones llevaban como carga secundaria un pequeño rover cada una. Yutu, en la Chang’e 3 y Yutu 2 en la 4. Entre los curiosos experimentos que han transportado estas misiones hay un pequeño huerto que no logró superar la primera noche lunar pero que en cualquier caso resultó un éxito llegando a germinar varias de las semillas que se transportaban.

Próximamente la segunda parte, donde abordaremos las misiones que nos depararán los próximos años, empezando por este 2022.

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