sábado, 4 de octubre de 2025

El vuelo de una abeja¡¡

Aerodinámicamente la NASA señaló alguna vez que una abeja no puede volar¡¡

Exactamente aquella es una de las frases más citadas y mal interpretadas cuando se habla de aerodinámica y biología del vuelo. 

La idea anterior, proviene de un malentendido histórico, y vale la pena explicarlo con mayor precisión:


El mito:

Durante los años 1930, algunos ingenieros aeronáuticos aplicaron las ecuaciones de la aerodinámica clásica, las mismas que se usan para estudiar el vuelo de aviones, al cuerpo de una abeja.

El cálculo les daba que el área de sus alas era demasiado pequeña para sostener su peso, y que, con el movimiento que hacían, no podrían generar suficiente sustentación para poder volar.

Por eso se decía en tono irónico que:

“Según las leyes de la aerodinámica, la abeja no puede volar… pero ella no lo sabe.”


La realidad científica:

Décadas después, la ciencia demostró que el vuelo de las abejas no viola ninguna ley de la física ni de la aerodinámica, sino que usa un mecanismo distinto al de los aviones:

  1. Movimiento oscilante de las alas:
    Las abejas no baten las alas como las aves grandes; las rotan en un movimiento de figura en “8” extremadamente rápido (más de 200 veces por segundo).

  2. Vórtices de sustentación:
    Ese movimiento genera pequeños vórtices de aire sobre las alas, que aumentan momentáneamente la presión inferior y la sustentación.
    Es un fenómeno conocido como “leading edge vortex”, similar al que usan algunos aviones acrobáticos o cazas de combate.

  3. Vuelo no estacionario:
    Los modelos clásicos de la aerodinámica suponen un flujo de aire estacionario y continuo como en el ala de un avión, pero el vuelo de la abeja ocurre en regímenes altamente no estacionarios, con cambios de dirección, ángulos de ataque y velocidades que varían cada milisegundo.


En Conclusión:

La abeja sí puede volar perfectamente, solo que lo hace por principios aerodinámicos distintos a los que gobiernan el vuelo de un avión.
Su vuelo es un ejemplo extraordinario de adaptación biológica y eficiencia en microescala, algo que incluso la ingeniería moderna ha tratado de imitar en los microdrones de aleteo.

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