La
instrucción en vuelo ha ido cambiando a través de la historia de la aviación.
Nuestros primeros precursores, Farman, Santos Dumond,y Bleriot, eran algo más
parecidos a los artistas medievales, que a los pilotos profesionales de hoy
día. Tenían que diseñar, construir, probar y pilotar sus aparatos sin que nadie
les enseñase.
Dominaban todas las artes de la aviación.
Más
tarde, El progreso, trajo implícita la especialización. Estas facetas fueron
separándose por diferentes personas, diseñadores, los ingenieros aeronáuticos,
los constructores, las fábricas de aviones, y el eslabón final, los pilotos que
manejaban la máquina.
Pero cada uno iba ignorando progresivamente a los otros.
El ingeniero, no tenía que ser un experto en poner remaches, o entelar un
avión, y el piloto tampoco tenía por qué saber, como se diseñaba un perfil, o
cómo se pegaban las costillas al larguero del ala.
Pero
lo que no cabe duda es que el piloto era un artesano del aire. Con una
instrucción progresiva, poco a poco iba aprendiendo su oficio. Los hitos del
camino, estaban bien marcados y todos pasaban casi por las mismas fases.
Como
una escalera iban lentamente escalando peldaño a peldaño sus capacidades, y
consiguiendo la experiencia necesaria. Y no había un enorme diferencia, como
hoy día entre el aviador civil y el militar.
Lo
que no cabe duda es que la capacidad del piloto se cimentaba sobre las
vicisitudes que iba teniendo, a medida que acumulaba horas de vuelo. El piloto
era una persona que tenía una habilidad la cual le permitía volar, poco menos
que, cualquier tipo de avión.
Cuando
acabó la Segunda Guerra Mundial, es cuando, las líneas aéreas se expanden de
una manera exponencial, y viajar en avión deja de considerarse una anécdota o
una aventura, para volverse una rutina.
La
mayoría de los pilotos comerciales, provenían, en su mayor parte, del ejército,
de manera que su instrucción, había sido escalonada y progresiva.
Por
otra parte los aviones empiezan a ser más complejos. El piloto necesita ahora
una calificación distinta, la “habilitación de tipo”. Ya no es una persona que
puede volar, “todo lo que le echen”, se ha especializado, y tan solo puede y
sabe volar un determinado tipo de aeronave.
Pero los aviones empezaron a ser
bastante más complicados. Ya se requería algo más que un piloto habilidoso que
maneje los mandos.
Si
vemos cómo eran las cabinas de los aviones, tanto por los años cuarenta o
durante la Segunda Guerra Mundial, es curioso observar que aunque parecería que
estaba hecha para manejarla por dos pilotos el que tenía todos los instrumentos
para volar, horizonte artificial etc. era el piloto de la izquierda. El que se
sentaba a la derecha, solía tener los instrumentos de motor y de los equipos
del avión pero no lo volaba.
En
aquellos años cuarenta y cincuenta, hablando con los antiguos pilotos de
Iberia, que era prácticamente la única compañía de España, me contaban que en
los DC 3, en los Bristol 170, la tripulación, estaba formada por un piloto, que
se sentaba a la izquierda, y de un mecánico.
No un mecánico de vuelo, sino un
simple mecánico, sentado a la derecha del piloto. Este hombre se ocupaba de
repostar el avión, de echarle aceite a los motores, y durante el vuelo ayudar
al piloto, preocupándose de la potencia, de subir y bajar el tren, extender los
flaps etc.
Todavía
me acuerdo que en el Ejército del Aire, en los aviones polimotores si iban dos
pilotos, también se llevaba un “mecánico de vuelo” pero que en realidad no
tenía un puesto verdadero. Iba sentado en un transportín detrás del pedestal
central, ocupándose de la mezcla, las potencias, pero incluso, normalmente, era
el que ponía en marcha y hacia la prueba de los motores. Estoy hablando de los
DC 3, los Azor etc.
Cuando
en Iberia se compraron los Super-constellation, las tripulaciones hicieron el
curso en Santa Mónica (California,USA). Aquello era distinto, un avión ya con
procedimientos, con un mecánico de vuelo, que por primera vez tenía un puesto
específico en la tripulación. Ya no era una persona para “ayudar”, iba sentado
mirando a estribor, con un panel de sistemas que el manejaba, los pilotos
tenían delante de ellos paneles de instrumentos iguales, es decir podía volar
tanto el que se sentaba a la izquierda, el comandante, como el de la derecha,
el copiloto.
El
avión, no cabe duda, era bastante más complejo que lo que había habido hasta
entonces en España. Entonces la gente más joven que quería echarle los
“pantalones” al nuevo juguete, adujeron que los pilotos antiguos, no podrían
adaptarse a “estas nuevas tecnologías” que el mando de alabeo, era hidráulico y que por tanto nada más que deberían volar esta máquina los pilotos de
menos de cuarenta años, relegando a los “viejos”, al DC 4 y al DC 3, bastante más
convencionales.
Cuando
llego también el F-86 “Sabre” al Ejército del Aire ocurrió algo parecido. Era
“muy complicado” volar ese avión, poco menos que había que ser casi un
astronauta para volarlo.
En el momento que vinieron aviones más modernos, el
Phantom, o el Mirage, resulta que inmediatamente el “Sabre” era una “caca” que
poco menos que lo podía volar cualquiera.
Tuve la inmensa suerte de volar esa
máquina en mis años mozos, y debo decir que era un avión de los más fáciles de
volar en los cuales me he montado, sino el más fácil.
Siempre
cada salto tecnológico propicia esos golpes de mano.
La
verdad es que los aviones con mecánico de vuelo, tenían su justificación, me
acuerdo que en el B-727, para meter los generadores en barras, había que
ponerlos en fase, el sistema de aire acondicionado era farragoso de manejar, no
digamos todos los depósitos de combustible en el DC-8.
Pero
creo que el gran salto se produce con la entrada en España del A-320. Primer
avión con FMGC, mandos Fly by Wire, etc. Cuando el avión llega a Iberia a
principios de los 90, única compañía que los operaba, se escoge gente
“especial” para volarlo, copilotos con una gran experiencia etc.
Pero
andando el tiempo, esa máquina se transforma en el avión “ab initio” para las
tripulaciones que se incorporan a las Compañías.
Estaba
entonces yo en Instrucción en Iberia, cuando por primera vez se escoge un grupo
de copilotos para hacer el curso de entrada del A-320, sin pasar antes por
aviones más convencionales como el DC-9 o el B-727. ¡Pero se miraron con lupa!
Se buscó gente que venía de volar el Hércules, o el B-707 del Ejército, u otros
de la vida civil con una experiencia enorme en sus espaldas.
Incluso cuando el
curso teórico se acabó, nos fuimos ¡tres días! A Reus a hacer tomas y despegues
con el Airbus. Fácil harían 40 o más aterrizajes cada alumno, una locura. Pero
incluso esos copilotos nuevos, tenían una experiencia considerable de vuelo
básico a sus espaldas.
Hace
ya un par de años, he estado instruyendo a tripulaciones de pilotos de la
India, que en su currículum todo lo que podían aportar, eran menos 200 horas de
vuelo hechas en su mayoría en una Cessnita 150.
Una máquina que con sus 130
C.V. se parece bastante más a un ultraligero que a un avión normal. Encima, la
instrucción estaba totalmente enfocada a volar “como en las líneas aéreas”.
Por
ejemplo, en lugar de buscar un “punto clave” en base, en el cual cortando
motor, calcules en planeo puro cómo alcanzar la pista y hacer una toma de
precisión, venían desde muy lejos haciendo una pendiente de unos 3º teóricos,
apoyados en el motor, para establecerse en una final “como lo haría un Jumbo”.
Por supuesto que ni habían hecho posiciones anormales, o barrenas ni algo
parecido a eso.
Puedo
contar como anécdota curiosa, que un día remolcando en santo Tomé del Puerto a
unos veleros con una Aviat Husky, se me aproxima un chaval muy joven, para ver
la avioneta. Me dijo que acababa de terminar el curso de piloto privado, con
una “Tomasita”, no sé en dónde. Le invité a volar conmigo durante un remolque.
Al
ir a meterse en la cabina me pregunta:
-¿Con
esa barra es con lo que se vuela este avión?
Yo
me quedé un poco de piedra al escucharle. “Esa barra” era la palanca, cosa que
parecía ser, él nunca había visto.
Durante
el remolque del velero, le fui indicando cómo había que volar, con suavidad,
arrastrando un planeador, y cuando se soltó éste, di un tornillazo y me deslicé
en una espiral ceñida para volver al campo lo antes posible.
Cuando estaba
virando con los planos perpendiculares al suelo, noté por el interfono su
respiración agitada.
-¿Te
encuentras bien? – Pregunté.
-¡Estamos
en una posición anormal! – fue su
respuesta.
-¿Qué
posición anormal? – Le dije.
-¡Viramos
con más de 30º de inclinación! – me gritó casi
con angustia.
Por
lo que me dijo posteriormente nunca había inclinado su “Tomasita” con más de
30º de alabeo, y poco menos que le habían convencido de que hacer eso era
peligrosísimo.
Por supuesto que jamás había hecho ni una verdadera pérdida o
una barrena.
Retomando
el hilo de los pilotos de la India, pero es aplicable a muchos más, el gran
problema es que no saben volar maniobras básicas. “Como el Airbus nunca puede
entrar en perdida ni en barrena pues…”Que se lo cuenten a los pilotos de Air
france en medio del Atlántico sur.
Ese
es a mi modo de ver la lacra de la instrucción hoy día.
A
esas tripulaciones que con menos de 200 horas se meten en un Airbus, yo les
decía muchas veces.
-Mira,
yo te puedo enseñar cómo volar el 320, pero no “cómo enseñarte a volar”, eso es
otro curso distinto.
Creo
fundamental que los pilotos tienen que haber estado alguna vez “con el culo
boca arriba” por si por desgracia se ven en esa situación, volando en un
futuro, pues de lo contrario se encontrarían absolutamente desorientados.
A
un piloto muy nuevo le dices.
-Hoy
vamos a hacer barrenas:
De
entrada te pone cara de susto, ya que está acostumbrado a leer que cuando los
periodistas describen un accidente de aviación, suelen escribir: “El avión entró
en barrena y capotó”, porque se asocia la barrena con un accidente.
Lo
curioso es que bastantes veces, después de un exhaustivo briefing con el
alumno, le explicas la maniobra y cómo sacar la barrena, llegas arriba, cortas
motor, metes al avión en perdida, le aprietas un pedal a fondo, el avión se
enrosca, y cuando llevas unas dos vueltas, le dices al otro.
Me
he encontrado, con pilotos nuevos, que pese al briefing, al verse por primera
vez con el morro del avión dando vueltas y apuntando al suelo, su “instinto” le
dice que cuando una máquina va contra el terreno, lo que tiene que hacer es
“tirar”, y es lo que hace, con lo cual no salimos de la barrena.
A
los pilotos de Air france en medio del Atlántico con el A-330, seguramente les
habían metido en la cabeza que si el avión se hunde, lo que hay que hacer es
“tirar” de side stick para que la máquina no se caiga.
Vamos lo que ocurre en
un wind shear. Y eso es lo que hicieron, ¡desde 37.000 pies hasta el agua!
Hubo
una temporada en que la filosofía de Airbus era que después del consabido: ¡V1…
Rotate! ¡Positive climb… gear up! Inmediatamente había que conectar el piloto
automático, pues la teoría era que si se paraba un motor, lo volaba mejor el
autopilot que el piloto de verdad.
Con eso, fundamentalmente en las flotas de
largo recorrido, que se hacen menos saltos, al final de año, todo lo que había
volado un piloto “a mano” no llegaba ni a 15 minutos, aunque hubiese estado
“montado en el avión” más de 700 horas en todo el año. Es decir estaba
absolutamente desentrenado.
En
definitiva, creo que la teoría de las escuelas de vuelo, es enseñar, para meter
lo antes posible al piloto novato en una compañía aérea, en lugar de ir por
etapas.
Primero hazte piloto privado, “siente” el avión, vuela por referencias
visuales, no te apoyes tanto en los instrumentos, tiempo tendrá este piloto en
“reciclarse” para convertirse en “Airline pilot”.
Acortar o suprimir esas
etapas, me parece un error manifiesto.
Quizá
el problema es que tanto las Compañías, los fabricantes o las aseguradoras,
piensan que la posibilidad de que un piloto se enfrente a una situación en la
cual sus conocimientos básicos de vuelo, su habilidad para sentir el avión, son
tan… tan… tan… remotas, que no merece la pena perder tiempo y dinero en eso.
Así, si algún día se le paran todos los motores, por la razón que sea, entra en
una posición anormal, o tiene que hacer un tráfico visual en un campo de
fortuna pequeñísimo, un piloto que no ha disfrutado del “vuelo básico”, será
incapaz de hacer esas maniobras, bueno pues se asume que las posibilidades de
que eso suceda son tan escasas que si por desgracia ocurre, se acepta el
riesgo.
También
la pena es que el piloto se pierde, seguramente, una de las fases más bonitas y
creativas de la aviación, sentirse “pájaro”, tratar el avión, no como una
máquina en la cual vas montado, sino como una prolongación de tu persona, de tu
libertad. “The joy of flying”
Carlos Gómez-Mira se inició en la aviación como piloto de vuelo a vela a la edad de quince años. Posteriormente ingresó en la Academia General del Aire. Posteriormente hizo el curso de caza y ataque en Talavera la Real, y acabó destinado en el Ala de Caza nº1 en Manises (Valencia) durante 9 años.
Abandonó el Ejército del Aire a la edad de 33 años, ingresando en la Compañía Iberia, en la cual estuvo volando hasta su jubilación, aunque desde los 60 a los 65 años, voló para Iberia pero en el wet lease de Audeli, volando el B-757, el A-340 y el A-320. Ya jubilado, continúa volando en veleros y avionetas.
Gran aficionado al vuelo a vela, ha sido campeón de España y de Castilla León varias veces. Acumula más de 26.000 horas de vuelo y además de su vocación aeronáutica es un gran aficionado a la escritura, habiendo ya publicado tres novelas, además de otros libros de relatos o técnicos.