Casi automáticamente, y sin ni siquiera esperar al aviso por parte de la tripulación, cuando vemos que nuestro avión se dispone a atravesar una zona de nubes, abrochamos nuestros cinturones de seguridad de manera instintiva.
Para muchos pasajeros, las turbulencias durante un vuelo son la peor parte del mismo, y una de las principales causas por las que temen el momento de subirse a un avión.
Por este motivo, algunos usuarios del transporte aéreo califican su viaje de “bueno” si no han experimentado turbulencias, y como “malo” si han sufrido las mismas.
Lo cierto es que, salvo casos muy excepcionales, las turbulencias a bordo de una aeronave no dejan de ser una mera anécdota, de la que las nubes tienen gran parte de culpa (no toda).
La atmósfera
Si no estamos en este mismo momento fritos, debido a la radiación solar, los rayos X, ultravioleta, etc…es precisamente gracias a nuestra querida atmósfera.
Curiosamente, es mucho más pequeña de lo que la gran mayoría de la gente cree, y apenas cubre 50 Km de altura desde la superficie de la Tierra.
En lo que a la aviación se refiere, los aparatos civiles más habituales se mueven en la Troposfera, que es una de las capas de las que se compone la atmósfera, la cual alcanza entre 7 y 14 Km de altura, dependiendo de la zona geográfica en la que te encuentres y de la época del año.
Una de las características principales de la Troposfera es que la temperatura desciende a medida que ganas altura, lo que a su vez provoca áreas más calientes, frías, húmedas, con mayor o menor presión.
Esto es debido a que el Sol no calienta la Tierra de manera uniforme.
Como bien sabrás si atendiste en su momento a las clases de Ciencias Naturales, hoy rebautizadas como “Conocimiento del Medio”, los rayos solares impactan sobre la superficie terrestre en un determinado ángulo, que depende de la inclinación del eje de nuestro planeta en cada época del año.
Esta falta de uniformidad y diferencias de temperatura, hacen que los gases presentes en la atmósfera se muevan, desplazándose tanto vertical como horizontalmente, modificando la densidad del aire y con ello también su presión.
Esas famosas líneas que se pueden ver en los mapas meteorológicos, llamadas isobaras, que unen puntos de igual presión, nos pueden dar a los pilotos una buena pista del viento que vamos a encontrar en altura.
Si las isobaras están muy cerca unas de otras, podemos esperar importantes rachas de viento, pero si están muy separadas, seguramente no tendremos este “problema” (el viento en cola puede ser una auténtica bendición en los desplazamientos más largos).
Pero en lo que se refiere a las nubes, nos tenemos que remitir a rocío, y más concretamente a su punto.
Su nombre se debe a que cuando el vapor de agua contenido en el aire empieza a condensarse a una determinada temperatura, puede provocar la formación de rocío, o cualquier tipo de nube.
Por este motivo, antes de comenzar un vuelo es muy importante conocer no sólo cuál es la temperatura, sino también el punto de rocío, ya que con ambos parámetros podemos hacernos una imagen bastante real del estado de la atmósfera.
De hecho, las nubes no son más que pequeñas gotas de agua, o cristales de hielo, formadas por la condensación del vapor de agua.
Cuando oigas la expresión “una humedad relativa del 80%”, tienes que saber que en ese caso el aire contiene el 80% de la cantidad máxima de vapor de agua que puede albergar a una determinada temperatura. Si a la misma temperatura llegase al 100% de humedad relativa (el aire estaría saturado), habría alcanzado el punto de rocío.
¿Malditas nubes?
Culpar a las nubes de todas las turbulencias sería bastante injusto.
Para empezar, hay turbulencias que no requieren de la presencia de nubes, conocidas como CAT (Clear Air Turbulence, o lo que es lo mismo, Turbulencias en Aire Limpio).
Así como los radares meteorológicos que montan la gran mayoría de aviones comerciales pueden detectar los ecos de las gotas de lluvia en suspensión dentro de las nubes, las CAT pasan totalmente desapercibidas en ellos.
Sobre todo durante el Verano y cuando la temperatura es elevada, también habrás oído hablar de las “térmicas”, turbulencias provocadas por masas de aire que se calientan y ascienden.
Mientras que para algunos pueden llegar a ser bastante molestas, los pilotos de los planeadores, parapente, ala delta, entre otros, las buscan en la atmósfera para mantenerse más tiempo en el aire.
No vamos a entrar aquí a recordar los distintos tipos de nubes y su clasificación, una discusión que puede llevar a las divisiones, sub divisiones, sub sub divisiones, etc.
Lo que sí es importante que sepas es que hay nubes bajas, medias, altas y de desarrollo vertical.
Al atravesar, o “pinchar” una nube”, el avión puede encontrarse dentro de una capa de aire a una temperatura distinta a la que volaba, lo que equivale a una presión y densidad también diferentes.
Este es el motivo por el cual se pueden producir las turbulencias.
Volar es como navegar en el mar. En ocasiones, la superficie de agua está “como un plato”, totalmente regular y sin perturbaciones, lo que equivaldría en vuelo a flotar sobre capas de aire laminar.
Cuando esas capas chocan con otras irregulares, es cuando se producen las “olas”, que serían las para algunos muy temidas turbulencias.
En mayor o menor medida, casi todas las nubes producen algún tipo de turbulencia, que puede ser desde prácticamente imperceptible, hasta moderada o severa.
Sin embargo, son las nubes de evolución vertical las que deberían ser evitadas a toda costa.
Las reconocerás por su forma, que recuerda a una especie de repollo, o en ocasiones a la torre de un castillo.
Este tipo de formaciones nubosas contienen capas de aire muy inestable, lo que puede dar lugar a turbulencias severas, además de otros fenómenos como la congelación debido a la presencia de partículas de hielo.
Dado que son fácilmente detectables tanto a simple vista, como gracias a los radares meteorológicos, es muy poco probable que acabes pasando por una de ellas.
Por último, debes de saber que las turbulencias son molestas para todos los ocupantes de la cabina.
Pueden impedir dormir y descansar, debido a las sacudidas del aparato, comer, beber o simplemente leer un libro o ver una película, pero salvo casos realmente excepcionales, no suponen ningún riesgo para la integridad del avión ni de sus pasajeros.
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