Sencillamente cuando surge por primera vez la idea de volar en el ser humano.
El deseo de volar fue y será siempre una aspiración del hombre. En los sepulcros egipcios, así como en sus templos y monumentos se han descubierto pinturas murales que representaban seres humanos dotados de alas.
En la antigua China, durante la época de Han, se escribió el Libro de las Montañas y de los Mares, se recogía una tradición sobre los habitantes de un reino que tenían un solo brazo y tres ojos, la curiosidad para nosotros es que hacían viajes en carros volantes.
En Persia entre sus leyendas figura la del Rey Ke-Kaous, una de sus proezas consistió en una excursión aérea en un palanquín tirado por cuatro grullas.
Ovidio nos cuenta las aventuras de Dédalo, constructor del Laberinto de Creta, que huyendo de la cólera de Minos, construyó unas alas que le permitieron escaparse con su hijo Icaro de la isla en la que estaban prisioneros.
Icaro se elevó demasiado, desoyendo las indicaciones de su padre, el sol, derritiendo la cera con que habían pegado las plumas de las alas se precipitó al mar. Es el primer ejemplo, aunque mitológico, de los Factores Humanos en la Aviación (no atender los consejos dictados por la experiencia).
Todos estos ejemplos nos revelan las ansias de volar de la humanidad, ya desde los primeros albores de la historia conocida, y también la relación de los Factores Humanos en el desarrollo de estas manifestaciones.
El primer conocimiento histórico sobre maquinas voladoras se atribuye a Archyatas de Tarento, filósofo que vivió 400 años A.C, y que fue el inventor de la cometa, el tornillo y las poleas.
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